lunes, 7 de abril de 2008

NOCIONES, SENTIDOS Y MODELOS DE FORMACIÓN CIUDADANA EN EL ÁMBITO DE LA EDUCACIÓN FORMAL

NOCIONES, SENTIDOS Y MODELOS DE FORMACIÓN CIUDADANA EN EL ÁMBITO DE LA EDUCACIÓN FORMAL
Abraham Magendzo K


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Piie Agosto 2003
Nociones generales de ciudadanía y de ciudadano
Sería muy presuntuoso pretender en el marco de este trabajo ser exhaustivo y tratar de abordar el tema de la ciudadanía en toda su complejidad. Por consiguiente, me limitaré sólo a aquellos aspectos que a mi entender son los más relevantes a los cometidos de esta presentación.
La Real Academia Española define la ciudadanía como "calidad y derecho de ciudadano; conjunto de los ciudadanos de un pueblo o nación”. Los ciudadanos, entonces, a diferencia de los que no lo son, poseen derechos de ciudadanía.
En el lenguaje cotidiano se ha vinculado la ciudadanía con un conjunto de práctica concretas. Es así como se señala que ser ciudadano y ejercer la ciudadanía es votar en elecciones; ser electos para cargos públicos; gozar de libertad de expresión; recibir beneficios públicos; ser ciudadano es ayudar a otros; participar como voluntario en la comunidad; tener sentido de pertenencia; tener la capacidad de ser lo que uno quiere ser; tener la capacidad de definir cuáles son los problemas y cómo serán abordados y solucionados.
Es interesante hacer notar que las revoluciones liberales y nacionales de comienzo del siglo XIX en Europa y América asociaron la noción de ciudadano al de patriota y soldado. Posteriormente la ciudadanía se la ha vinculado a características más “civiles” como por ejemplo, entrega a la comunidad y se la ha relacionado con virtudes cívicas y sociales La noción de ciudadano que data ya de la Grecia Antigua resurgió históricamente en el marco del liberalismo ilustrado de los siglos XVII y XIX, vinculada y consagrada en el concepto ilustrado de ciudadanía que surgió en contra posición del súbito propio de las monarquías absolutas, y que define al ciudadano como un sujeto racional, informado y activo, que se encuentra en plena posesión de sus derechos y tiene, correspondientemente, completa responsabilidad acerca de sus deberes. El término de ciudadanía se ligó al de la igualdad de los seres humanos en el ámbito del derecho, con abstracción de sus particularidades o diferencias. Es decir, el reconocimiento de la igualdad en el plano del derecho, hace posible que “las diferencias cualquiera que estas sean, no se transformen en opresión, discriminación, abuso, subvaloración impedimento del ejercicio de la libertad de cada uno”.
El concepto clásico de ciudadanía, entonces, define a la ciudadanía como un status jurídico y político mediante el cual el ciudadano adquiere unos derechos como individuo (civiles, políticos, sociales) y unos deberes (impuestos, tradicionalmente servicio militar, fidelidad...) respecto a una colectividad política, además de la facultad de actuar en la vida colectiva de un Estado.
Esta facultad surge del principio democrático de soberanía popular. De hecho la noción de ciudadanía (formal) está anclada en la definición legal de derechos y obligaciones que la constituyen, por lo que ha sido común conceptualizar ciudadanía sobre todo en términos de los derechos políticos, quedando al margen los derechos económicos, sociales y económicos y los derechos colectivos.
Ahora bien, el siglo XX que vio desenvolver el Estado democrático, la noción de ciudadanía y de ciudadano se ha expandido, desarrollado y enriquecido de manera nunca antes vista. Esto, paradójicamente, como resultado de haber presenciado y vivido de forma dramática, tanto en la Europa ilustrada como en muchos otros continentes- del cual no se excluye América Latina – la supresión y violación de todos los derechos ciudadanos fundamentales. En el primer caso hacemos referencias a las dos guerras mundiales, en especial a la segunda que se ancló en el nazismo, el fascismo y los totalitarismos, en el segundo caso refiere a las dictaduras militares que institucionalizaron la violación de los derechos humanos como una práctica de Estado.
En efecto, la comunidad internacional concordó ya en el año 1948 en una carta universal de derechos humanos en donde se reconocen y consagran, no sólo los derechos políticos y civiles sino que también los económicos sociales y culturales, y en los que se han incluido, con el transcurso del siglo, los derechos medioambientales, los derechos colectivos, de bien común y de
justicia global o internacional. En América Latina, como resultado de las cruentas dictaduras y los estados endémicos de pobreza, violencia, corrupción, impunidad, intolerancia y discriminación surge con fuerza la necesidad de avanzar desde la noción clásica de ciudadanía política a la de la ciudadanía social. Ciudadanía es en este sentido es ”una nueva manera de aludir al pueblo o a la sociedad civil, que pone en el centro en los individuos / as como sujetos de derechos y responsabilidades a las cuales acceden en su calidad de integrantes activos de una comunidad política y social concebida como un Estado democrático y social de derecho “
El concepto de ciudadanía se ha convertido en uno de los términos clave del debate político. Esta relevancia se debe en gran medida a que es un concepto que se halla en plena evolución, dado los grandes cambios económicos, sociales y políticos de comienzos de siglo. En los procesos de globalidad, para distinguirlo como lo hace Francisco Estévez del de globalización, la ciudadanía se vincula estrechamente a la “defensa de los derechos humanos y de las concepciones democráticas de gobierno, la igualdad de oportunidades para mujeres y hombres, los derechos de las minorías, los conceptos de paz y no-violencia y los principios de solidaridad y justicia, no como cosificaciones simbólicas sino como procesos ciudadanos”
En esta perspectiva, en la que se amplía el conjunto de derechos de la ciudadanía, que comprenden, como ya se dijo, además de los derechos políticos y civiles el de los derechos económicos sociales y culturales y medioambientales, surge la noción de ciudadanía social que se agrega a la clásica ciudadanía política. Esta noción social de vincular todos los derechos con la ciudadanía conllevan la identificación de la persona como sujetociudadano de derechos y deberes. Derechos y deberes son inseparables, los deberes sólo son aceptables en la medida que su propósito sea asegurar la protección de los derechos ciudadanos.
Podemos afirmar que hoy a comienzos del siglo XXI, después de las traumáticas experiencias del siglo XX se comienza a instalar con fuerza la conciencia de tener derechos, lo que lleva a su práctica, a su ejercicio, a la demanda de los mismos y este proceso alimenta una cultura ciudadana. Hoy es imposible seguir sosteniendo que la ciudadanía está restringida sólo a aquellos que tiene la condición de ciudadano y poder defender la tesis de que las personas que habitan en un territorio del que no son ciudadanos están excluidos de los derechos y los deberes que comporta la condición de ciudadano.

Esta lejos la concepción de ciudadanía del período histórico iciado con las grandes revoluciones liberales de fines del siglo XVIII, y caracterizado por la primacía del Estado-Nación como colectividad política que agrupa a los individuos. Esta ciudadanía equivale a nacionalidad. Hoy aparecen sociedades cada vez más multiculturales en las que se fragmenta la teórica homogeneidad de los Estados-Nación: la diversidad local, regional o nacional comienza a hacer una realidad que cada vez se impone con mayor fuerza. Consecuentemente, la nueva ciudadanía trasciende los estrechos límites históricos, para abarcar de manera integral a todos los ciudadanos
indistintamente de su origen, procedencia, género, étnia, orientación sexual, capacidad física o mental, religión, edad etc. Todos son sujetos de derechos y responsabilidades que comparten, aceptando y complementando sus diversidades, un proyecto común de humanidad. Nadie queda excluido y marginado, no hay ciudadanos de primera o segunda categoría. En esta óptica de globalidad y diversidad, Estévez hace una clasificación de la ciudadanía en la que distingue la ciudadanía política que viene a ser una condición de la democracia y del ejercicio de la soberanía por parte del pueblo; la ciudadanía económica - social que vincula el desarrollo humano, la equidad y la igualdad de oportunidades; la ciudadanía ecológica que se orienta por un proyecto de sociedad fundado en el desarrollo sustentable con la conservación de la naturaleza, y la ciudadanía cultural que se ubica en una apuesta de interculturalidad, pluralidad y no-discriminación.
Maria Amelia Palacios incluye y aclara muchos de los conceptos que hoy se están incorporando con fuerza al tratar de definir la ciudadanía. Entre estos menciona los que sigue:

- Ciudadanía jurídica política que refiere a la igualdad en derechos ,oportunidades y obligaciones
Un concepto que se está imponiendo como una tendencia clara, en el contexto de una democracia de ciudadanos y ciudadanas y no el de una de espectadores y espectadoras, es el de la ciudadanía activa que se liga estrechamente al rol ciudadano que le toca jugar a la Sociedad Civil. Este concepto refiere directamente a la distribución del poder ciudadano, es decir, a la necesidad
de empoderar a los ciudadanos para que, por un lado, puedan exigir sus derechos, y por el otro para que puedan hacer propuestas de políticas públicas, capaces de recoger y hacer valer sus intereses y aspiraciones en el nivel local, regional, y /o nacional. El empoderamiento remite directamente al control ciudadano que apunta a regular los compromisos del Estado; a hacer al Estado responsable (accountable) ante la ciudadanía, a través de configurar actores, conciencia y prácticas y de esta forma, fortalecer a la Sociedad Civil. Instancias como el “defensor ciudadano”; el “defensor del pueblo” el “observatorio ciudadano” son entre otras, algunas de las modalidades que la ciudadanía esta desarrollando para ejercer el control ciudadano.
La ciudadanía activa remite directamente a la participación ciudadana y a ciudadanos participativos en diferentes instancias ciudadanas. Por supuesto en la política, pero no exclusivamente en la política partidista, ya que la política dejó de ser un puro ejercicio del partido, ya que es también un ejercicio ciudadano. Un espacio preferente de participación lo constituye la cultura, en su definición más amplia e integral. Es en la cultura en donde los ciudadanos se reconocen como sujetos pertenecientes a un pasado común, a una identidad compartida, pero es por sobre todo un lugar de innovación, creatividad y recreación. Es en la cultura en donde se abren los canales para que la ciudadanía discuta, delibere, hable y converse, de todos los temas ciudadanos instalados en la vida cotidiana de las personas: de la educación, del medio ambiente, de las desigualdades sociales y económicas, de la tolerancia, la discriminación y la diversidad cultural y social, del divorcio y el aborto, de la salud, de la impunidad y la corrupción, del desarrollo y la economía, y de otros tantos temas y problemas de los cuales todos y todas en calidad de ciudadanos tiene una palabra que decir y una propuesta que ofrecer. Una ciudadanía activa es la que promueve una multiplicidad de oportunidades para que la ciudadanía se apropie de estos temas, los haga suyos, haga oír su voz frente a ellos, aporte a la solución de los problemas que de ellos se derivan. Estamos refiriéndonos a una ciudadanía con dimensión ética, con sentido colectivo en donde no bastan las soluciones individuales si no van acompañadas de un sentido de bien común.


El sentido de la formación ciudadana

A la luz de las nociones básicas que definen la ciudadanía y el ciudadano en el momento presente, con mirada de futuro, la trama de conceptos, habilidades actitudes y valores que deben incluirse en una propuesta de formación ciudadana es de mucha complejidad. Para decirlo más claramente, hoy no se podría pensar que la formación ciudadana se refiriera con exclusividad o preeminencia a los derechos y responsabilidades civiles y políticas, sin incluir los derechos económicos, sociales y culturales y los derechos de la solidaridad, así como los derechos ambientales y los derechos colectivos, que trascienden los derechos individuales. Adicionalmente, la formación ciudadana debiera necesariamente y de manera fundamental reconocer que el sujeto se constituye en lo social, se asienta en una relación mutua con lo social, que accede a ésta desde su cotidianeidad con una mirada y una acción igualmente ligada con la sociedad, con la sociedad local- comunal y nacional, así como con la sociedad global.
En esta perspectiva, la formación ciudadana esta inmersa en los problemas sociales y se vincula estrechamente con los problemas que aquejan a la sociedad nacional y global como son por ejemplo los de la pobreza crónica y desmoralizante; los que se derivan de nuestras democracias frágiles e inestables, los problemas derivados de injusticia social, la violencia; el racismo; la discriminación e intolerancia, la falta de igualdad de oportunidades, la inseguridad para nombrar sólo algunos de los muchos problemas que enfrenta la sociedad. La formación ciudadana no puede ocultar, eludir o negar estos problemas en sus conflictos, contradicciones y tensiones. Su tarea es esclarecedora y de busca de soluciones de manera colectiva Su sentido último es, en consecuencia aportar a la transformación y a producir aquellos cambios que aseguren incrementar la ciudadanización democrática de la sociedad.
Dado que el ejercicio de la ciudadanía se ejerce en los espacios que confieren identidad y pertinencia a una colectividad de iguales pero distintos, en una comunidad de intereses compartidos, la formación ciudadana adquiere sentido al crear “capital social” que se traduce en el grado de confianza existente entre los actores sociales, las normas de comportamiento cívico practicadas y el nivel de asociatividad que caracteriza a sus miembros. En esta misma perspectiva la formación ciudadana contribuye a apropiarse del espacio público, en donde los ciudadanos se pueden reconocer y reencontrar como miembros de una comunidad con historia y tradiciones comunes. El espacio público constituye un lugar de encuentro, de desarrollo de identidad y pertenencia en todas las escalas- barrio, ciudad, región y país-. así como expresión de diversidad cultural, generacional y social.
Consecuente, con la relación estrecha que se ha establecido entre derechos, responsabilidades y ciudadanía democrática la formación ciudadana adquiere su plena significación cuando contribuye a formar ciudadanos- sujetos de derechos. Esta formación se materializa cuando el sujeto es capaz de hacer uso de su libertad reconociendo los límites de ésta; cuando valora la solidaridad desarrollando una actitud de respeto mutuo, es decir de aceptación del Otro- Otra como un legítimo Otro-Otra; cuando reivindica el ideal de la igualdad reconociendo la diversidad; cuando expande las capacidades y posibilidades de acción y en consecuencia incrementa el poder de actuar, es decir, cuando es capaz de tejer su futuro, de auto-afirmarse y de auto-estimarse, de “pararse sobre sus propios pies”, de situarse como ciudadanos en su sociedad, comprometiéndose con el bien común; cuando el sujeto tiene el poder de no aceptar demandas arbitrarias, indebidas y extralimitadas que menoscaban sus derechos, tiene el derecho a escoger y en esa medida a decir “esto no es aceptable para mí”, a manifestar con argumentos” esto me denigra y por lo tanto lo rechazo”; cuando tiene la capacidad de hacer y cumplir promesas y de requerir que otros cumplan con las promesas que han contraído. En las promesas está en juego el valor y respeto de nuestra palabra, la sinceridad y la confianza. Un sujeto de derecho no sólo se ha ganado el respeto y la confianza de otros sino que tiene también el poder de que otros asuman y cumplan con sus promesas. Puede decir “ Ud. me prometió y no me cumplió”.

La ciudadanía activa le entrega un sentido y una exigencia adicional a la formación ciudadana: el empoderar a los ciudadanos. Un ciudadano empoderado es aquel que conoce las disposiciones legales, los cuerpos normativos fundamentales relacionados con sus derechos y obligaciones para, por un lado, tener mecanismo de exigencia, vigilancia y control y por el otro, para asumir sus responsabilidades individuales y colectivas; es una persona que tiene un conocimiento básico de las instituciones que están llamadas a proteger sus derechos y a las cuales puede acudir en caso que éstos han sido atropellados; un ciudadano empoderado tiene la capacidad de decir ”NO” con autonomía, libertad y responsabilidad frente a situaciones que comprometen su dignidad; tiene poder de rechazar pedidos arbitrarios, injustos y abusivos que lesionen sus derechos; tiene el derecho a decir “esto es inaceptable para mí y, por lo tanto, lo rechazo”; es capaz de defender y demandar el cumplimiento de sus derechos y de los derechos de los demás con argumentos sólidos y bien fundamentados, con expresiones asertivas, bien estructuradas y racionales. Es una persona usa el poder de la palabra, no el de la fuerza, porque quiere convencer por medio de la razón, no subyugar por la fuerza. Un ciudadano empoderado es capaz de cumplir promesas y reclamar que otros cumplan las que han hecho; , es capaz de analizar problemas y levantar soluciones, puede intervenir en las políticas públicas en los diferentes niveles en donde estas se desarrollan: locales, regionales, nacionales.

Un cometido central de la formación ciudadana debiera ser, en mi opinión, contribuir con decisión a la erradicación de las discriminaciones, las intolerancias, los prejuicios y estereotipos que se encuentran instalados con tanta fuerza y presencia en nuestra cultura social, política, ética y mediática.
La tolerancia, las discriminaciones la aceptación del Otro-Otra como legítimo Otra - Otro, la aceptación de la diversidad debiera ser el sustento ético sobre el cual se funda la formación ciudadana No debemos olvidar que las discriminaciones políticas, sociales y culturales han sido el sustrato de las mayores violaciones a los derechos y a las garantías ciudadanas.

Modalidades en la Formación Ciudadana.

Desde el punto de vista conceptual y a manera de introducción se podría sostener que los modelos, concepciones o modalidades de formación ciudadana están vinculados estrechamente, por un lado, con la noción de ciudadanía y de ciudadano y por el otro por los sentidos que se le otorga a la formación ciudadana. Ahora bien, es posible que en la práctica educativa, es decir en las experiencias de formación ciudadana propiamente tal estas diferencias teóricas o conceptuales no se den con nitidez y haya más bien una combinación de modelos, que modelos puros Tomas Englund reconocido especialista en curriculum sueco realizó hace un tiempo a esta parte un estudio sobre el desarrollo de la educación en Suecia centrada preferentemente en la educación ciudadana. Identifico tres concepciones de educación política y ciudadana: la concepción patriarcal, la concepción racional científica y la concepción democrática. Estas tres concepciones, se generan de tres modelos igualmente distintos de concebir la sociedad, la política, la democracia la educación y el curriculum, en especial el de la las asignaturas de Historia y de Educación Cívica. . Subyacente a cada una de ellas hay una racionalidad diferente que las hace distintivas una de otra.
Concepción patriarcal: Desde el punto educacional, la concepción patriarcal que en el sistema educacional sueco fue predominante durante la segunda guerra mundial y que posteriormente cayo en desuso, remite a una diferenciación temprana de los estudiantes entre los que continuaran estudios universitarios y aquellos, que siendo las mayorías, irán al mundo del trabajo.
El rol de la educación es incorporara a los estudiantes a sus lugares en la división social del trabajo.
La democracia en esta concepción es concebida como formal, elitista y jerárquica en la que se reproducen con fuerza de las condiciones sociales existentes , en especial a través de transferir el capital- cultural simbólico de una generación a otra al interior de una estratificación social bien demarcada.
La idea de igualdad de oportunidad juega un rol menor, refiriendo sólo a ciertos derechos básicos
El rol social de los grupos dominantes esta asociado de manera preferente con la visión de que la sociedad es una organización en la que se espera que diferentes estratos sociales ocupen distintos posiciones predeterminadas y explícitamente jerárquicas: La idea es que la organización de la sociedad esta relacionada con el poder o con condiciones heredadas e instituciones que no están sometidas a cuestionamiento. El “interés nacional”, como es interpretado por los grupos dominantes, deja poco espacio de maniobra a ideologías y fuerzas sociales en conflicto al interior de la nación. .
La educación política, en esta concepción, refiere a la política como un ámbito enteramente constitucional- normativo, ligado casi exclusivamente a los actos de cumplimiento y de omisión por parte del Estado de los cuerpos legislativos. La educación ciudadana, se vincula estrechamente con la educación religiosa la Educación Cívica y la Historia, y esta última entregando el sentido cívico de la unidad nacional y que asume un rol esencial dejando a la educación cívica como un apéndices de la Historia . En consecuencia la educación ciudadana se ocupa de transmitir valores cívicos, y de integrar y socializar al individuo a los cánones de la sociedad y por sobre todo, se relaciona con la comprensión constitucional de la política,,la estructura de los poderes del Estado, haciendo hincapié en el sufragio universal como la base política de la democracia . Además la educación ciudadana se relaciona con inculcar en los estudiantes un “sano patriotismo y un buen espíritu público” y su incorporación a la Nación a través de paulatinas y graduales afiliaciones a la familia, a las localidades cercanas, a los grupos de identidad cercanos etc.

Concepción científica- racional.. Esta concepción surge en la educación sueca durante y después de la segunda guerra mundial como resultado de la crítica que se le hace a la educación ciudadana , que como se vio con anterioridad era impartida por la asignatura de Historia y que situaba a la persona como un ciudadano individual responsable de desarrollar la democracia . La reforma educacional que se institucionaliza en 1962 pone mayor énfasis en la educación democrática y por sobre todo crea condiciones para eliminar la separación y diferenciación que la educación hacía entre una para el liderazgo y otra para ingresar al mundo del trabajo, postulando una escuela comprensiva obligatoria de nueve años. La asignatura de Historia pasa de su formato clásico-político para asumir una modalidad científica objetiva e interpretada en términos neutrales. La educación cívica explicita su base valórica en orden a incorporar al individuo al crecimiento tecnológico y económico poniendo mayor énfasis en las “actitudes socialmente valiosas.
Desde esta perspectiva, la política y en consecuencia la educación política, se vincula a la educación para la democracia, que se considera importante para el desarrollo científico- tecnológico y el desarrollo económico. El progreso tecnológico es el elemto del progreso así como lo es la persona como recurso laboral.. Englund hace notar que el conocimiento escolar de la “política” pasó a un segundo plano y quedó subordinada a una educación ciudadana racional- científica. El énfasis se pone en las actitudes positivas de la solidariedad social a expensas de una comprensión de la realidad política. La participación política se reduce casi exclusivamente a capturar votos para las elecciones.
En el marco de esta concepción funcionalista, la democracia es vista como “una forma de gobierno, en la que las élites adquieren el derecho a tomar decisiones políticas, compitiendo por el voto de la gente”. La competencia entre las élites es más importante que la participación Sin embargo, a diferencia de la concepción paternalista, en ésta se abren canales de mayor oportunidades al incrementar los años de escolaridad obligatoria y elevar los estándares de exigencias para todo La concepción científica- racional esta estrechamente ligada con “el fin de las ideologías” y con una sociedad de mercado en la cual las instituciones sociales como la educación es regulada por el mercado que exigen avances tecnológicos para responder a las demandas de éste.
En esta concepción, la educación y en especial el curriculum se centra en las disciplinas de estudio, en la objetividad, el conocimiento es más esencialista y menos problematizador. Las ciencias adquieren una importancia preponderante, asumiéndose una actitud de fe ciega en ésta y en la comunidad científica. La racionalidad positivista—empiricista instrumental se hace dominante en la instrucción. En este contexto las asignaturas de Historia y Cívica se separan y se hacen más objetivas y aparentemente más neutrales. La Educación Cívica se orienta hacia una educación comunitaria, basadas en la tecnología, en la preparación para la vida laboral. La consejería y la orientación vocacional adquiere importancia. No hay un intento de abordar los problemas sociales de la vida contemporánea. Los estudiantes son interpelados como fuerza de trabajo y la educación ciudadana se diseña en este marco referencial, de suerte que los alumnos y alumnas de las clases trabajadoras que acceden a la educación vocacional, reciben una educación ciudadana muy rudimentaria, considerándose que éstos, carentes de un nivel intelectual alto, no podrán beneficiarse de ésta ya que es irrelevante para su capacitación profesional. .

Concepción democrática: La concepción democrática de la educación en Suecia emergió a finales de la segunda guerra mundial como una reacción a las doctrinas totalitarias del fascismo. Esta concepción recobra fuerza en la década de los 60 como reacción a la educación científico-racional y como necesidad de que los ciudadanos participen en los procesos de toma de decisiones de su sociedad. Se asume una perspectiva recosntruccionista en la que la educación ciudadana significa preparar ciudadanos capaces de “mejorar la sociedad”. La escuela es concebida como el medio para el desarrollo y la realización de ciertos ideales políticos: democracia y equidad.
En esta concepción democrática de la educación un término clave y articulador es la participación. La función última y más trascendental de la educación es entregar las herramientas para participar activamente en la vida social, económica, política y cultural de la sociedad, aprendiendo a ejercer poder e influencia sobre las múltiples decisiones que comprometen a las personas en sus quehaceres cotidianos.
En esta concepción el objetivo fundamental de los estudios sociales es que los estudiantes adquieran la capacidad de influir y mejorar sus propias vidas y la de los otros. Son motivados a contribuir en la solución de los problemas de su comunidad y a tomar conciencia de las oportunidades que existen en el desarrollo social, participando en actividades políticas o formando parte de organizaciones o asociaciones de voluntarios.
Además de aprender a participar, los estudiantes aprenden cómo atender situaciones tensionales y buscar soluciones, se familiarizan con los principios de la igualdad, solidaridad y respeto por la libertad y los derechos humanos fundamentales. La educación cívica los invita a realizar trabajos de investigación, exploración e indagación
En esta concepción la educación ciudadana y política no se restringe a la Historia y la Educación Cívica, sino que perméa todas las asignaturas, influyendo en su diseño y haciendo que éstas se vinculen con los contextos sociales. La educación política se liga directamente con la comprensión de las situaciones conflictivas de la sociedad en las que están en juego intereses e ideales contrapuestos. Se trata de develar la distribución del poder material o simbólico que están en juego en la sociedad
.
Una concepción democrática de la educación ciudadana requiere que todos los estudiantes - independiente del tipo de educación a la que acceden y su posición futura en la división social del trabajo- reciban la misma educación ciudadana en calidad y cantidad. Esto implica una mayor integración de las asignaturas vinculadas a los estudios sociales en especial aquellas que son centrales para la formación ciudadana y política poniendo el énfasis en aquellos conocimientos y conceptos que tienen intima relación con la participación ciudadana.
La educación ciudadana en una concepción democrática de la educación implica cuestionar la interpretación homogénea de los contenidos ciudadanos tan característicos de la concepción científico-racional La concepción democrática refiere a una crítica explícita que se ha empleado para seleccionar el conocimiento escolar,,fundamentada en una visión restrictiva de la objetividad, de la mirada unilateral hacia las ciencia, la supresión del conflicto al describir la realidad

Ahora bien, dada la estrecha relación que existe entre la ciudadanía y los derechos humanos y las responsabilidades ciudadanas, tal como se vio con anterioridad, se podría intentar clasificar los modelos de formación ciudadana en tres categorías distintas pero no excluyentes unas de otras: Formación para la Ciudadanía Política,; Formación para la Ciudadanía Social y Formación para la Ciudadanía Activa

Formación para la Ciudadanía Política:

Este modelo se sustenta en las concepciones liberales, republicanas y constitucionalistas de la ciudadanía hijas de la ilustración y la Revolución Francesa. Por consiguiente, desde este enmarcamieto, la formación ciudadana, está estrechamente vinculada con la Educación Cívica: Apunta en primer término a dar a entender a los estudiantes el significado de la democracia representativa: Se profundiza en el concepto de una igualdad política fundamental de todos los individuos, es decir, igualdad de derechos políticos: derecho de voto en elecciones competitivas, celebradas con regularidad, derecho a de aspirar a cargos de elección, el sometimiento de gobernantes y gobernados al imperio absoluto de la ley etc. Un componente central de la formación para la ciudadanía política, en el esquema de la “democracia liberal”, refiere a las libertades individuales, señalando que esta supone una genuina fe en las capacidades humanas de desarrollarse con autonomía y responsabilidad; de dar la posibilidad al ser humano de llegar a vivir con autonomía moral; entregar la posibilidad de escoger, manifestar y difundir sus propios valores, tanto morales como políticos, para realizarse a sí mismo.
En este esquema, se aborda, desde la Historia y de la Ciencias Sociales, el tema de la libertad - ligada al reconocimiento de la individualidad- como el gran cambio que separa a la modernidad del feudalismo.
La formación para la ciudadana política, se preocupa igualmente y de manera muy preferente en ahondar en las restricciones o límites a la libertad, en virtud de la libertad de otros y del bien común. Desde esta óptica, la formación para la ciudadanía política, se introduce de lleno y con mucha insistencia tanto en las normativas jurídicas, válida para todos, como es la Constitución Política y otros cuerpos legales, así como en los derechos y garantías que les asisten a las personas para ejercer su libertad frente al poder del Estado. En este sentido se analizan también los instrumentos consagrados en la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948y en el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos proclamado por Naciones Unidas en 1966 y entrado en vigencia 1969. se hace hincapié ,entre otros, al Derecho a la vida; Derecho a la justicia; Igualdad ante la ley; Derecho de la persona acusada a la presunción de inocencia; Libertad de pensamiento, conciencia y religión; Libertad de expresión y de información; Libertad de reunión; Libertad de asociación; Derecho a la vida privada y a la honra; etc.
Desde la necesaria relación entre libertad personal y sociedad, entre convivencia y ciudadanía, es que se profundiza - en el proceso de la formación para la ciudadanía política - en el concepto de libertades civiles y políticas. Se intenta vincular a los estudiantes con la sociedad, en tanto desde ella se abren al mundo y la sociedad le reconoce como ciudadano. Las libertades civiles se refieren a la libertad de acción de los individuos en el orden social, de actuar conforme a sus conciencias; El espacio de convivencia social es el lugar en que se realiza la libertad de cada uno y, a la vez, se construye una sociedad libre

Formación para la Ciudadanía Social:

La formación para la ciudadanía social, además de abordar los derechos civiles y políticos, se introduce en los derechos económicos, sociales , culturales y medioambientales y en este sentido avanza desde la concepción clásica de ciudadanía ,tan característica de la Educación Cívica tradicional, hacia una noción más actualizada de la ciudadanía. Desde esta perspectiva, no es posible pensar que los derechos que le asisten universalmente a todas las personas se agotan en los derechos civiles y políticos, es decir, en aquellos que hacen referencia al derecho que todos tienen , en igualdad de condiciones, a participar en el gobierno del país, en las decisiones políticas, a elegir y ser elegido, a darnos una determinada forma de gobierno y de organización social, a acceder a las funciones públicas. Si bien estos derechos son fundamentales, hay otros derechos en el orden económico, social y cultural que se reconocen también como fundamentales para el desarrollo de la vida democrática y ciudadana.
La formación ciudadana social, por consiguiente, exige capacitar para el ejercicio efectivo de los derechos humanos en su globalidad, integralmente y en su carácter interdependientes los unos de los otros , en que si bien los derechos civiles y políticos son condición necesaria no son suficiente para la vigencia y realización de todos los derechos. El respeto a los derechos civiles y políticos son las bases indispensables para la consecución del desarrollo económico y social sostenible. De igual forma, se estima que el desarrollo y la justicia social son indispensables para mantener y hacer posible una sociedad democrática. Mientras los derechos civiles y políticos hacen de la libertad su centro; para los económicos, sociales y culturales el suyo es la igualdad. La interdependencia y la indivisibilidad entre ambos conducen a afirmar que sin libertades no es posible alcanzar la igualdad y que esta no es posible sin la libertad. Subyacente a ambas categorías está el concepto o el común denominador de la dignidad humana: todas las formas de privación de la libertad en la esfera civil y política o de exclusión y discriminación en la esfera económica, social o cultural, atentan contra la dignidad de las personas.
Como se puede observar la formación para la ciudadanía social, necesariamente, incorpora una serie de temáticas que estaban ausente en la Formación Cívica tradicional y que pueden quedar incluidas en la enseñanza de la Historia y en especial de las Ciencias Sociales. Más aún esto significa, como se vera enseguida, introducirse a las concepciones de la pedagogía y del curriculum crítico.
Por de pronto, todos aquellos temas que se vinculan con la tolerancia, la discriminación, la diversidad cultural, la inclusión y exclusión social, la marginación social, la identidad, la pobreza, el trabajo, la opresión, el derecho a la educación, la salud y la vivienda para citar algunos, deben ser
abordadas en el contexto de la formación para la ciudadanía social. En efecto temas, por ejemplo como las discriminaciones de género, religiosas, étnicas, generacionales, las relacionadas con la orientación sexual, las referidas a las capacidades intelectuales, psicológicas o físicas, son analizados como componentes integrales de la formación para la ciudadanía social. Al igual que temas como la multiculturalidad, el desarrollo sustentable y el medio ambiente, la convivencia pacifica.
Sin lugar a duda que una de las situaciones, que a nuestro parecer, debe ser abordada, con mucha atención en la formación para la ciudadanía social en nuestro país y en nuestro continente es - como imperativo moral y ciudadano-, el de la pobreza. En efecto, la pobreza es uno de los obstáculos más serios para dar cumplimiento a los derechos económicos, sociales y culturales. Su
erradicación es una condición impostergable si se quiere avanzar decididamente en consagrar la dignidad de las personas como una exigencia ética. No es posible construir una convivencia moralmente digna y humanamente aceptable cuando existen situaciones de extrema pobreza en las que las personas están privadas de los elementos vitales de subsistencia, tales como alimentación, agua potable, instalaciones sanitarias, atención de salud, vivienda, enseñanza e información; y en las que los ingresos y los recursos productivos son insuficientes para garantizar medios de vida sostenibles.
Ahora bien en cada uno de estos temas, la formación para la ciudadanía social se ocupa, además de la comprensión conceptual, de profundizar en las raíces históricas- sociales, que revelan las luchas que se han dado para alcanzar conquistas importantes en cada uno de estos desafíos sociales y el camino que todavía es necesario recorrer para lograr la plena vigencia de los derechos que están comprometidos. De igual forma, son abordados los instrumentos normativos y legislativos nacionales e internacionales que se hacen cargo de garantizar nacional como mundialmente la exigibilidad de estos derechos, como por ejemplo: el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales aprobado por las Naciones Unidas en..... , así como aquellos instrumentos jurídicos que aprueban los derechos de la mujer, los derechos de los pueblos originarios, los derechos de la tercera edad , los derechos de la infancia, los derechos a la educación, para citar algunos.

Hicimos mención con anterioridad que la formación para la ciudadana social requiere necesariamente de una mirada crítica a la pedagogía y a los contenidos curriculares ya que desde esta mirada es posible incorporar el tema de la distribución del poder, plantearse preguntas sobre las relaciones entre la periferia y los centros de poder en las escuelas; leer la historia como parte de un proyecto más amplio para recuperar poder e identidad, en particular considerando que éstos toman forma alrededor de las categorías de raza, género, clase, etnia, orientación sexual, capacidades; rechazar la distinción entre cultura superior y cultura popular, de manera que el conocimiento curricular responda al conocimiento cotidiano que constituye las historias de vida de las personas de manera diferente; destacar la primacía de lo ético al definir el lenguaje que los maestros y otras personas usan para producir prácticas culturales particulares; crear nuevas formas de conocimiento a través de su énfasis en romper con las disciplinas y en crear conocimiento interdisciplinario. La actitud crítica, además, induce a que la formación para la ciudadana social no caiga en la tentación de las “ideologías” que al decir de Habermas "distorsiona la realidad moral, social y política y de cuáles son esos factores materiales y psicológicos que afectan y sostienen la falsa conciencia que ellos representan”.; Una pedagogía que obstaculiza la plena expansión de la libertad y autonomía de una persona se vuelve un sistema represivo. La emancipación surge de la autoconciencia de la coerción escondida y de las acciones liberadoras incorporadas en la pedagogía crítica”
La Pedagogía Crítica, antes que considerar al conocimiento como una acumulación de hechos neutrales objetivamente verificados, lo concibe como construido socialmente y, por lo tanto, algo que distintos grupos sostienen de manera diferente. Apunta a comprender los valores de las personas y los usos de sus significados en vez de ‘descubrir la verdad”. Desde esta perspectiva, la formación para la ciudadanía social implica una metodología experiencial y activa, donde la gente confronte ideas, problematice su realidad y enfrente situaciones y problemas de la vida personal o colectiva. Enfrentar los problemas ciudadanos significa admitir los conflictos, analizar contradicciones, manejar tensiones y dilemas que están implícitos en el conocimiento y en la experiencia diaria. Debemos recordar que los derechos económicos sociales, culturales y medio ambientales se relacionan con la injusticia social y la opresión y son el resultado de luchas intensas e incesantes de la gente para hacer realidad sus derechos. Esta lucha está llena tensiones, contradicciones y conflictos.
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Formación para la Ciudadanía Activa:

Este tercer modelo, incorpora, la formación para la ciudadanía política y la formación para la ciudadanía social,poniendo su énfasis, tal como ya se señaló, en la formación para la participación ciudadana y para la solidaridad . La participación ha quedado definida como “el ejercicio que involucra a las personas en la conformación de las instancias de poder y en las decisiones que en ellas se adoptan.” “En las sociedades modernas, la participación ciudadana se inicia con el respeto a los derechos que las personas tienen. Tales derechos deben ser accesibles, o sea, estar verdaderamente al alcance de todas las personas, y son fiscalizables, o sea la ciudadanía debe tener poder para exigir su cumplimiento”. La formación para la ciudadanía activa apunta directamente a “construir” al “sujeto de derechos”. Esto es expandir las capacidades y posibilidades de acción y en consecuencia incrementa el poder de actuar, de influir, de intervenir, de estar atento.

Poder
El poder es la capacidad de hacer cosas, y un orden de relaciones entre las personas. Los seres humanos tienen "en potencia" la capacidad de hacer cosas, en la medida de que disponen de la voluntad, la inteligencia y la sensibilidad que les permiten efectivamente realizarlas. Esta operación de pasar desde la posibilidad de hacer algo (poder potencial) a hacerlo efectivamente (poder activo) se realiza a través de las decisiones.
En las sociedades sucede que las dinámicas de poder de los individuos se afectan recíprocamente, originando diferentes sistemas decisionales. La política, la economía, la cultura o la familia son esferas de la sociedad donde se estructuran relaciones entre los seres humanos, según un orden que determina roles o funciones, pero también lugares de influencia o jerarquía. De este modo, el poder de unos limita con el poder de los otros, en un juego de fuerzas que determina la posición de los actores y condiciona sus intervenciones.
Se dice que un poder se ha establecido cuando se ordena en organizaciones, con una estructura y función que la sociedad acepta (por ejemplo, la Policía). Asimismo, el poder establecido se reproduce culturalmente, sosteniendo modelos de comportamiento, que se transmiten de generación en generación, con una base de legitimidad (por ejemplo, la Escuela, la Iglesia, etc.). A tales organizaciones y modelos culturales se les denomina "instituciones".
Los espacios de poder en una sociedad son distintos. En el plano político, la principal fuente de poder es el Estado. Ahí la sociedad concentra una gran fuerza, que se utiliza para gobernar, legislar o administrar justicia, y, al mismo tiempo, para mantener o cambiar el orden funcional o de poder del sistema.
En el plano de la economía, el poder se mide por el dominio o control de los medios que producen riqueza. Esto se llama capital, que puede ser productivo, comercial, financiero o tecnológico, siendo la fuerza de trabajo de las personas, un factor que genera capital. El más importante espacio de intercambio de poder económico es el mercado, por lo que es posible afirmar que la pobreza es una falta de poder económico, o de capital, que tenga valor en el mercado. Existe asimismo un poder sociocultural, que sobre la base de diferencias de clase o de estatus, otorga a algunos sectores una posición de dominio o privilegio con respecto de los que tienen menos poder. Así se explican las desigualdades en la integración cultural (por ejemplo, la discriminación de las personas que tienen alguna discapacidad) y las represiones simbólicas (por ejemplo, las censuras sobre la sexualidad).
Toda sociedad produce relaciones de poder, que se ordenan complejamente, según un sentido de opresión, si el resultado de ellas es el autoritarismo, la desigualdad o la intolerancia, o con un sentido de liberación, si promueven la libertad, la no discriminación y la solidaridad. El cambio en las relaciones de poder en un sentido de liberación debe hacerse construyendo un poder alternativo, que cuestione el poder injusto.
Es posible aspirar a un mejor poder, pero para ello se requiere tener una fuerza que permita crear este nuevo poder. A este proceso se le llama empoderamiento ("empowerment") y, consiste básicamente en conquistar espacios de decisión política, social y cultural para los grupos o sectores que sufren la discriminación o la marginación por parte del poder dominante en la sociedad.

El valor de la Solidaridad
Las diversas formas de discriminación de las que son objeto, en mayor o menor grado, grupos y personas de nuestra sociedad, son una manifestación de lo difícil que nos resulta reconocer y respetar los otros iguales en derechos y oportunidades. Resulta más fácil pensar que las desigualdades y las discriminaciones forman parte de la vida y, por ello, no está a nuestro alcance resolverlas. Dejamos entonces que el individualismo, la satisfacción personal y la ausencia de sentido colectivo actúen como freno para un comportamiento de cooperación permanente, que promueva y defienda la igualdad entre todos y que nos acerque a una sociedad capaz de dar protección y seguridad a todos sus integrantes. Es decir, una sociedad más solidaria. Pero, ¿por qué sería necesario fomentar un comportamiento más solidario?, ¿qué significa y en qué consiste ser solidario? . Para responder a estas preguntas comencemos por despejar el término solidaridad.
Preguntarse acerca de qué es la solidaridad, supone recibir múltiples respuestas que irán desde entenderla como la acción de ayudar a otros hasta describirla a partir de los conceptos de beneficencia, caridad y fraternidad. Esta diversidad de respuestas que tienen en común el dar algo, requiere de que intentemos distinguirlas de lo que entenderemos por el valor de la solidaridad.
Todos nosotros, alguna vez en nuestra vida, hemos ayudado con nuestro dinero en alguna de las colectas que se realizan en nuestro país, sean éstas en favor de los niños, de los no videntes, de personas de la tercera edad, etc. Esta forma de colaboración podríamos describirla como una acción de beneficencia porque, al dar parte de nuestro dinero, ayudamos a una institución que atiende a personas muy necesitadas. Se trata de una ayuda que damos, más o menos permanentemente, hacia los grupos más desprotegidos de nuestra sociedad. En este caso, sabemos que nuestra colaboración, la mayoría de las veces económica y anónima, no resuelve la raíz del problema pero contribuye a hacer menos dura la vida de quienes ayudamos.
La caridad en tanto, asociada a una actitud teológica, a una actitud por medio de la cual podemos expresar nuestro amor hacia los otros, se manifiesta cuando por ejemplo, damos una moneda, abrigo o alimento a quienes tocan a nuestra puerta o lo solicitan en la calle. Al momento de ayudar reconocemos que nos encontramos en una situación ventajosa respecto del que pide nuestra ayuda, no establecemos, necesariamente, un vínculo más permanente, incluso es probable que no los volvamos a ver y tampoco nos involucramos mayormente en su vida, no sentimos sus penas ni sus necesidades más básicas, pero nos conmueve su situación, es decir, actuamos por un sentimiento de caridad: damos al que tiene menos porque podemos hacerlo.
Distinto a los anteriores es el concepto de la fraternidad porque él alude al amor entre hermanos o a los que se tratan como tales. Por lo mismo, es más propia de grupos que tienen una historia en común, valores compartidos o experiencias a través de las cuales se establecen lazos de interdependencia que nos permiten identificarnos con la persona o grupo de personas hacia las cuales ofrecemos nuestra ayuda. Por ejemplo, cuando el centro de padres de un colegio organiza campañas de ayuda para una familia que pertenece a la comunidad escolar y que está sufriendo la enfermedad grave de uno de sus miembros o la cesantía prolongada de uno de sus padres, nuestra ayuda se hace más horizontal porque existen grados de vinculación, creencias y experiencias comunes que nos permiten ponernos en el lugar del otro. Se trata de una relación de igualdad, en que el que enfrenta una dificultad es parte de mi vida.

Entendidos los conceptos de beneficencia, caridad y fraternidad como los hemos descrito, podemos distinguir a la solidaridad de otras formas de cooperación, como una actitud permanente de vida comunitaria que nace en el encuentro con uno mismo y se magnifica en el encuentro con los otros, especialmente cuando las circunstancias son desfavorables o amenazantes. Esta actitud puede lograrse a partir de un sentimiento de disposición permanente para cooperar, acoger y respetar a los otros, liberándonos de los prejuicios que nos impiden ponernos en el lugar de ese otro, para así asumir, conscientemente, la responsabilidad que nos cabe en su bienestar y felicidad. Somos más solidarios cuando entendemos y valoramos la necesaria interdependencia que tenemos unos de otros y, cuando somos capaces de vencer al interés por lo propio, ganándole al egoísmo. Cuando somos solidarios no nos importa conocer o no conocer, ser cercano o lejano de quienes se ayuda. Este sentimiento de solidaridad al que hemos aludido se potencia y tiene su máxima expresión en acciones solidarias colectivas, comprometidas con la superación de la o las situaciones injustas o de franca desventaja en que se encuentra una o más personas en nuestra sociedad.
En definitiva la solidaridad no parece posible si no nos responsabilizamos por superar la causa que provoca las injusticias y desigualdades. Por lo mismo, no resulta fácil practicarla y menos aún vivirla en el día a día. Sin embargo, todos y todas podemos despertar y fortalecer una actitud dispuesta a la solidaridad.

Cómo practicar el valor de la solidaridad
Reconociendo nuestra capacidad para ser solidarios
Como dice un viejo dicho, querer es poder. En este caso, querer ser solidarios implica ganarle al egoísmo y a la indiferencia, convenciéndonos de que ninguna sociedad, sea pequeña como nuestra familia, escuela o barrio, o grande como nuestro país o el mundo entero, puede sobrevivir sin la solidaridad de sus integrantes. Entender esto, implica dejar atrás las excusas tales como: “los problemas son tantos y tan grandes que yo no saco nada con ayudar” o “¿por qué yo si los otros no se mueven?” o el prejuicio de que “algunos se quieren beneficiar o aprovechar de mi buena voluntad”.
Para despertar el sentimiento de la solidaridad necesitamos abrir los ojos ante la pobreza, y estar dispuesto a “verla” con toda su crudeza; atender a la apelación emocional que nos hacen las innumerables injusticias que persisten en nuestra sociedad; defender los derechos de todas las personas sin exclusión alguna, son también formas de acercarse a la práctica de la solidaridad. Desde allí, podemos entender que ser solidario no es sólo un tema de tener más o tener menos, dejando reducida la solidaridad a la entrega de algo. Ser solidarios es sensibilidad, es también recibir, es estar abierto a las críticas y al intercambio cultural, es identificación con diferentes causas que buscan el bien común, es sentirse parte y por tanto, responsable del bienestar de todos. Se trata entonces de darse la oportunidad, personal y colectivamente, de vivir la experiencia de la solidaridad. Los diferentes espacios en que interactuamos y las instituciones a las que pertenecemos serán más solidarias si cada uno de nosotros lo es.

Creer en tu capacidad para cambiar las cosas
El mundo se construye día a día y es a partir de ello que cada día tenemos la posibilidad de ayudar a construir, mejorar y superar aquello que no está bien. Es verdad que hay problemas que no están a nuestro alcance resolver, pero esos problemas se manifiestan de alguna u otra forma en los espacios que nos toca participar. Por ello, siempre habrá algo que de nosotros depende cambiar. Creer en nuestra capacidad para cambiar las cosas es posible cuando comprendemos que nuestra felicidad es incompleta sin la felicidad de los otros, de los que queremos por cierto, pero también de aquellos que, aunque lejanos, son iguales a mí. Preguntarse por ¿quién es el otro para mí?, ¿qué significado tiene su vida para mí?, ¿cómo y cuánto estoy dispuesto a comprometerme con ese otro? es también reconocer nuestra propia necesidad de los otros, de un otro igual y tan importante como yo, un otro distinto y no por eso mejor o peor que yo. Entonces ya no importan tanto las cosas que tenga o deje de tener, no importa lo que yo le doy sino cómo lo hago y cuán dispuesto estoy a recoger lo que ese otro me puede dar.
Así, la práctica de la solidaridad nace naturalmente, entonces podemos sufrir verdaderamente las penas del otro y sentir su soledad, su alegría o su gratitud. De esta forma la solidaridad se transforma en un acto de amor hacia los otros y de los otros hacia mí.

Estar atentos a las iniciativas solidarias
Cada uno de nosotros puede encontrar un modo de ser solidario. No existe una única forma porque dependerá de las circunstancias y experiencias personales que nos toque vivir. Pero lo que está claro es que oportunidades para ser solidarios existen y podemos aprender a reconocerlas. Para algunos será más fácil incorporarse a iniciativas que ya existen, como por ejemplo, los trabajo de verano, organizados por las federaciones de estudiantes, que se realizan cada año, o las cruzadas ecológicas que se desarrollan en las distintas comunas del país. Para otros, su compromiso solidario se expresará en la organización de actividades, campañas u otras iniciativas en favor de grupos o personas vulnerables y en un compromiso permanente para mantener acciones sostenidas en el tiempo. Lo importante es que luego de despertar el sentimiento de la solidaridad, no animemos a mantenerlo vivo, prestando atención a lo que ocurre a nuestro alrededor, estando atentos a las noticias y a las iniciativas solidarias que se desarrollan cerca de nosotros. Nuestro sentimiento de solidaridad siempre será más potente si logramos entusiasmar a la familia, a los amigos y amigas, a nuestra escuela, en fin, si somos capaces de sumar a otros en las acciones solidarias de las que participamos.
Se podría sostener que un sujeto de derecho es una persona que tiene un conocimiento básico de los cuerpos normativos referidos a los derechos fundamentales de las personas y los aplica para promover y defender sus derechos y el de los demás. Conoce, por ejemplo, la Declaración Universal así como algunas de las, resoluciones, acuerdos, convenciones, declaraciones, tanto nacionales e internacionales de derechos humanos. El conocimiento de estas disposiciones legales se convierte en un instrumento de exigencia y vigilancia para hacer vigente los derechos humanos. La estrategia de vigilancia desde la norma requiere de políticas sociales muy claras y de una cultura ciudadana. Además, un sujeto de derecho tiene un conocimiento básico de las instituciones, en especial las de su comunidad, que están llamadas a proteger sus derechos y a las cuales puede acudir en caso que sus derechos han sido atropellados. Conocer los cuerpos normativos y las instituciones ligadas a la protección de los derechos, no es un conocimiento académico sino uno que confiere mayor posibilidades de acción y por lo tanto mayor poder para intervenir en la promoción y defensa de los derechos propios y de los demás.
Adoptando la postura que existe, por un lado, una relación estrecha entre el sujeto de derecho y el poder y por el otro entre el poder y el lenguaje, creemos firmemente que un sujeto de derecho debe necesariamente desarrollar una serie de competencias lingüísticas. Estamos pensando que el dominio de los actos lingüísticos, por ejemplo declaraciones, promesas y peticiones, son fuentes de poder y que a través del dominio de las conversaciones podemos actuar directamente y modificar el estado actual de las cosas y por sobre todo ampliarlas posibilidades para actuar. En este sentido, por ejemplo, un sujeto de derecho tiene la capacidad de decir ”NO” con autonomía, libertad y responsabilidad frente a situaciones que comprometen su dignidad. Tiene el poder de no aceptar demandas arbitrarias, indebidas y extralimitadas que menoscaban sus derechos. Tiene el derecho a escoger y en esa medida a decir “esto no es aceptable para mí ”, a manifestar con argumentos” esto me denigra y por lo tanto lo rechazo” y de esta manera reafirmar su dignidad como persona. De igual forma un sujeto de derecho tiene la capacidad de hacer y cumplir promesas y de requerir que otros cumplan con las promesas que han contraído. En las promesas está en juego el valor y respeto de nuestra palabra, la sinceridad y la confianza. Un sujeto de derecho no sólo se ha ganado el respeto y la confianza de otros sino que tiene también el poder de que otros asuman y cumplan con sus promesas. Puede decir “Ud. me prometió y no me cumplió”
Adicionalmente un sujeto de derecho tiene la capacidad de defender y exigir el cumplimiento de sus derechos y el de los demás con argumentos fundamentados e informados, con un discurso asertivo, articulado y racionalmente convincente. Hace uso del poder de la palabra y no de la fuerza, porque su interés es la persuasión y no el sometimiento. . A un sujeto de derecho las personas le confieren poder y autoridad para formular afirmaciones y juicios y por lo tanto amplían sus posibilidades de actuar frente a las cosas.
Cuando decimos que un sujeto de derecho tiene la capacidad de fundar sus juicios asumiendo una postura crítica y flexible, es porque ha aprendido a ver que los éxitos de los demás y los fracasos propios no son necesariamente productos de una injusticia sino que en del poder de actuar en el mundo, en la capacidad de conferirle sentido y valor a su existencia y no vivir de juicios ajenos, es decir no delega en los demás la autoridad para emitir los juicios que les importa De esta forma un sujeto de derecho es alguien que no orienta sus actuaciones con el fin de complacer a otros y de que sean ellos en los que tenga el poder de discernir si su vida tiene o no sentido. Es capaz de tejer su futuro, de autoafirmarse y de auto estimarse. de “pararse sobre sus propios pies”, de situarse como ciudadanos en su sociedad. comprometido con el bien común, con lo “público
Finalmente un sujeto de derecho se constituye como tal cuando es capaz de hacer uso de su libertad reconociendo los límites de ésta, de reivindicar el ideal de la igualdad, reconociendo la diversidad y de valorar la solidaridad desarrollando una actitud de respeto mutuo, es decir de aceptación del otro como un legítimo otro, como un ser diferente de mí, legítimo en su forma de ser y autónomo en su capacidad de actuar y exigir que otros tengan una actitud semejante con él.

Cómo se forma el sujeto de derecho
Al preguntarnos por cómo se forma el sujeto de derecho estamos, preguntando por cual es la pedagogía que más se adecua a este propósito y cuál es el rol que debe jugar la escuela y los profesores y las profesoras.
En el medio educacional se está hablando recientemente de la “educación para el empoderamiento” que ha quedado definida como una “pedagogía crítica- democrática para el cambio personal y social. Es un programa centrado en el y la estudiante para una democracia multicultural en la escuela y en la sociedad. Se hace referencia al crecimiento del individuo como un ser activo, cooperativo y social. El propósito de esta pedagogía es relacionar el crecimiento personal con el de la sociedad y la vida pública desarrollando habilidades, conocimientos, hábitos de cuestionamiento crítico sobre la sociedad, el poder, las iniquidades y el cambio Desde una postura que se aproxima a los postulados acuñados por Paulo Freire ya en la década de los setenta, y al referirse al “educador empoderador ” hacen una diferenciación entre una pedagogía y un educador que se enmarca en un ”paradigma Cero” que se utiliza en la educación tradicional y un “paradigma crítico” que se emplea en los programas de empoderamiento
Un concepto que se está imponiendo como una tendencia clara, en el contexto de una democracia de ciudadanos y ciudadanas y no el de una de espectadores y espectadoras, es el de la ciudadanía activa que se liga estrechamente al rol ciudadano que le toca jugar a la Sociedad Civil. Este concepto refiere directamente a la distribución del poder ciudadano, es decir, a la necesidad
de empoderar a los ciudadanos para que, por un lado, puedan exigir sus derechos, y por el otro para que puedan hacer propuestas de políticas públicas, capaces de recoger y hacer valer sus intereses y aspiraciones en el nivel local, regional, y /o nacional. El empoderamiento remite directamente al control ciudadano que apunta a regular los compromisos del Estado; a hacer al Estado responsable (accountable) ante la ciudadanía, a través de configurar actores, conciencia y prácticas y de esta forma, fortalecer a la Sociedad Civil.
Instancias como el “defensor ciudadano”; el “defensor del pueblo” el “observatorio ciudadano” son entre otras, algunas de las modalidades que la ciudadanía esta desarrollando para ejercer el control ciudadano.
La ciudadanía activa remite directamente a la participación ciudadana y a ciudadanos participativos en diferentes instancias ciudadanas. Por supuesto en la política, pero no exclusivamente en la política partidista, ya que la política dejó de ser un puro ejercicio del partido, ya que es también un ejercicio ciudadano. Un espacio preferente de participación lo constituye la cultura, en su definición más amplia e integral. Es en la cultura en donde los ciudadanos se reconocen como sujetos pertenecientes a un pasado común, a una identidad compartida, pero es por sobre todo un lugar de innovación, creatividad y recreación. Es en la cultura en donde se abren los canales para que la ciudadanía discuta, delibere, hable y converse, de todos los temas ciudadanos instalados en la vida cotidiana de las personas: de la educación, del medio ambiente, de las desigualdades sociales y económicas, de la tolerancia, la discriminación y la diversidad cultural y social, del divorcio y el aborto, de la salud, de la impunidad y la corrupción, del desarrollo y la economía, y de otros tantos temas y problemas de los cuales todos y todas en calidad de ciudadanos tiene una palabra que decir y una propuesta que ofrecer. Una ciudadanía activa es la que promueve una multiplicidad de oportunidades para que la ciudadanía se apropie de estos temas, los haga suyos, haga oír su voz frente a ellos, aporte a la solución de los problemas que de ellos se derivan. Estamos refiriéndonos a una ciudadanía con dimensión ética, con sentido colectivo en donde no bastan las soluciones individuales si no van acompañadas de un sentido de bien común.

Las instituciones públicas o las privadas (tanto partidos políticos, poderes del estado, como empresas comerciales y organizaciones sociales, etc.) pueden constituirse de modo democrático o de manera autoritaria, y tomar sus resoluciones consultando la voluntad de las personas o ignorándola. En un caso, se actuará participativamente, y en el otro se estará impidiendo la participación. Ocurre con frecuencia que el derecho a participar se ve limitado o se manipula desde el poder establecido. La participación sufre entonces restricciones: no es decisiva en la designación de las responsabilidades, y tampoco es determinante en las decisiones principales.
La participación se distorsiona también cuando se la acepta unilateralmente a algunos sectores y, en cambio, se la impide a grupos que no cuentan con el beneplácito de los que tienen la autoridad. (Recuérdese, como ejemplo, las preferencias que tenían los centros de madres afines al régimen militar en desmedro de las agrupaciones independientes).
La participación democrática cumple con algunos requisitos que la califican como tal. Debe ser libre, informada e igualitaria, lo que implica la necesidad de incentivarla, pero nunca de imponerla por la fuerza; exige que las personas conozcan cuáles son los beneficios que adquieren y los compromisos que contraen, y plantea dar oportunidades equitativas a quienes se integran en los procesos participativos.
Asimismo, las democracias avanzadas o participativas procuran ir más allá de las formas clásicas de representación política, incorporando, junto a las elecciones, nuevos métodos de consulta ciudadana y de iniciativa legislativa popular, tanto a nivel de las comunas como en el plano regional y nacional.
Pero es necesario ampliar los campos de participación ciudadana a la sociedad económica (por ejemplo, los derechos de los consumidores o los derechos de los trabajadores dentro de las empresas), y a la sociedad civil (por ejemplo, los derechos que las personas tienen en las asociaciones de las que son miembros como los centros de padres, clubes deportivos, juntas de vecinos, etc.).
La participación tiene la virtud de validar al grupo o sector que se beneficia de ella, otorgándole un reconocimiento de identidad, y, al mismo tiempo, es una demanda por organizar el poder en la sociedad con una lógica más justa.

Las organizaciones de la Sociedad Civil
Las organizaciones de la sociedad civil (OSC) son asociaciones de personas, creadas para realizar diversos objetivos de interés común y sin ánimo de lucro privado. Constituyen una realidad extraordinariamente heterogénea que se corresponde con la diversidad social, segmentación y segregación que caracteriza a la sociedad chilena.
Es así que, en este amplio campo de la actividad social, hoy día es posible encontrar organizaciones sindicales, gremiales y de empresarios, instituciones de beneficencia o de promoción, organismos culturales, educacionales, organizaciones deportivas y de vida social, organizaciones estudiantiles y universitarias, múltiples organizaciones comunitarias (territoriales y funcionales, comunidades cristianas católicas y evangélicas, de jóvenes, mujeres, adultos mayores, etc.), comunidades mapuches, organizaciones identitarias (étnicas, homosexuales, etc.), feministas, ecologistas, organizaciones no gubernamentales que abordan una gran variedad de temáticas y una amplia gama de entidades revestidas de una determinada individualidad legal o personalidad jurídica que les permite ejercer derechos y contraer obligaciones. Algunas de ellas están reunidas en federaciones y confederaciones, otras en coordinaciones y redes, a nivel local, regional o nacional. Sus márgenes se han ensanchado incorporándose fundaciones con fines sociales creadas por el mundo empresarial y sus asociaciones gremiales, redes que reúnen a instituciones, organizaciones o movimientos que abordan temáticas específicas y el mundo académico se ha articulado más allá de las universidades en centros de estudio independientes. En ellas priman la autonomía y la comunidad de intereses, creencias y aspiraciones de sus integrantes, pero representan intereses sociales muy diversos y a veces contrapuestos.
Integran, además, la sociedad civil innumerables grupos informales, que animan la vida comunitaria, siendo los más numerosos los de mujeres, de jóvenes y de tercera edad.
En un sentido más restringido puede entenderse la sociedad civil como aquellos grupos, organizaciones e instituciones privadas sin fines de lucro que persiguen fines sociales y públicos. Se produce aquí una especial combinación entre lo público y lo privado, donde lo primero deja de referirse sólo a los asuntos primariamente estatales y lo segundo refleja el quehacer de individuos y grupos que no buscan la satisfacción de sus intereses particulares, sino lo s de la colectividad, o de segmentos de ella que requieren su atención por razones de solidaridad, participación ciudadana, o equidad social. Se caracterizan por el ejercicio desinteresado de la ciudadanía en su dimensión de "responsabilidad" en la construcción de un orden social mejor.
Se puede distinguir, en primer lugar, asociaciones organizadas para colaborar a la solución de problemas de bienestar que afectan a terceros, con motivos altruistas y prácticos, que buscan solidarizar con ellos; algunas desarrollan su acción solidaria absolutamente por cuenta propia y otras se asocian a entes públicos.
En segundo lugar, se puede identificar a aquellas asociaciones establecidas por un conjunto de personas que comparten un mismo problema que no pueden resolver individualmente y que deciden, en consecuencia, aunar esfuerzos para una solución conjunta. El sentido de su acción es la cooperación para solucionar un problema compartido. Pueden solicitar el concurso de personas
naturales, de otras asociaciones privadas de servicio a la comunidad o de organismos públicos. Se constituyen por la iniciativa de sus propios miembros y que se mantienen por la cooperación de los mismos. Su permanencia en el tiempo está dada por la naturaleza del problema que pretenden solucionar.
En tercer lugar, se encuentran asociaciones originadas por las estrategias participativas y habilitadoras de ciertos programas de asistencia social, trátese de programas exclusivamente públicos, de programas que acuerde el sector público con asociaciones privadas de servicio a la comunidad o de la acción social de asociaciones privadas desvinculadas completamente del Estado. Agrupan a beneficiarios de acciones y programas que han sido convocados para participar, de algún modo, en la ejecución de los mismos. La permanencia y alcances de este tipo de asociación dependen tanto de la naturaleza del programa, como del grado de involucramiento de los participantes.
Se agregan estas organizaciones a aquellos agrupamientos informales, sin personalidad jurídica que los preceden, sean de jóvenes, mujeres, adultos mayores, que participan de la amplia tarea de animación social, construcción de ciudadanía y satisfacción de necesidades colectivas.
Las organizaciones no gubernamentales (ONGs) constituyen un segmento específico de la sociedad civil. Son organizaciones privadas no lucrativas y con fines públicos cuyas raíces están íntimamente ligadas a la defensa y promoción de los derechos humanos bajo la dictadura militar. Con una sólida experiencia de desarrollo social comunitario, con tribuyeron a la conformación de un tejido social capaz de sobrevivir en condiciones de exclusión y represión, y también a la producción de conocimientos en áreas que las universidades desatendieron. Han abordado una amplia gama de temáticas y se interesan y participan de lo público. Con el advenimiento de la democracia han contribuido a la definición de programas y políticas públicas hacia los sectores más desprotegidos a lo largo y ancho del país, a nivel nacional, regional y local.
La valoración de la sociedad civil se ha incrementado fuertemente en el último decenio al ser considerada por los organismos económicos internacionales (Banco Mundial, BID, etc.), del sistema de Naciones Unidas y de cooperación internacional, el factor más importante para el desarrollo económico y ambientalmente sustentable, así como para la gobernabilidad y una democracia saludable. Ello ha llevado a la adopción de un nuevo concepto, el "capital social", referido a las características de las organizaciones. Se trata del capital que existe y se desarrolla en las relaciones entre las personas y grupos (PNUD) y da cuenta de su capacidad para actuar en forma cooperativa, en redes, concertaciones y sinergias, logrando el desarrollo económico, político y social deseado. En esta mirada existe la tendencia, sin embargo, a considerar a la sociedad civil más como un medio para los fines del desarrollo que en su rol político y de actoría social.
Informe Consejo Ciudadano para el Fortalecimiento de la Sociedad Civil,
Chile, 2000.

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